La violencia contra las mujeres es el crimen encubierto más numeroso
del mundo.
Según la Declaración de las
Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, 1979
(CEDAW), por violencia contra las mujeres se entiende “Todo acto de violencia basado en la
pertenencia al sexo femenino que tenga, o pueda tener, como resultado un daño o
sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas
de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si
se producen en la vida pública como en la vida privada”. Así, el asesinato sólo sería la punta del
iceberg, la forma explícita y visible más llamativa y condenable por nuestra
sociedad (condena que no sucede aún en todas las sociedades), pero no la única,
ya que la violencia contra la mujer es de amplia expresión, yendo desde las
formas más sutiles e invisibles como el humor, el lenguaje o la publicidad
sexista, hasta las más explicitas y visibles como los gritos, los insultos, el
abuso sexual, las agresiones físicas y el asesinato, pasando por otras formas
como la humillación, la desvalorización, el desprecio, el chantaje emocional o
la culpabilización, por poner algunos ejemplos. Y es que la violencia
contra las mujeres constituye una manifestación de las relaciones de poder
históricamente desiguales entre hombres y mujeres, relaciones que han conducido
a la dominación y a la discriminación de las mismas, impidiendo el disfrute de
una igualdad efectiva en todos los ámbitos. La violencia contra las mujeres es,
por tanto, el mecanismo social fundamental por el que se fuerza a las mujeres a
situaciones de subordinación respecto a los hombres.
Aunque la violencia y los
malos tratos han formado parte de la vida cotidiana de las mujeres a lo largo
de la historia, ésta ha sido una violencia
normalizada y naturalizada, considerada como un asunto privado, y por tanto no mencionado ni
por las propias víctimas, lo que la
hacía invisible, y la mantenía silenciada y oculta. Ha sido gracias a la
lucha tanto del movimiento feminista – mujeres y hombres que luchan por la
igualdad - como de muchas de las mujeres maltratadas que durante años y en
situaciones adversas se han atrevido a dar la cara y a denunciar estos hechos, que
esta violencia es cada vez más visible, más denunciada y, esperemos que no
tardando demasiado, algún día completamente erradicada.
Pero, ¿Qué podemos hacer en este sentido? Hasta ahora se ha trabajado
principalmente con las mujeres con el fin de que se hagan conscientes de su
situación y de que la denuncien. Y si bien es verdad que esto es cada vez más corriente,
lo cierto es que no es suficiente.
Mientras los hombres no se impliquen en
mayor medida por la igualdad entre hombres y mujeres, tratando a éstas con
respeto, dignidad y de forma igualitaria, no acabaremos con esta lacra que en
lo que va de año, y en pleno siglo XXI, se ha llevado por delante la vida de 45 mujeres (más de
900 desde que se contabilizan en España), y deja a millones de ellas con graves
daños tanto físicos como psicológicos. Un problema social de primer orden que,
desgraciadamente, no parece tener fin.
Para revertir esta situación, trabajando por una sociedad más igualitaria, cero agresiva con las mujeres
y, en definitiva, más justa y más libre, además de una cada vez mayor
concienciación social, de una protección jurídica más amplia y de disponer de
medios técnicos sofisticados para apoyar a las mujeres que sufren la violencia
más explícita y visible, es necesaria la implicación de los hombres. Por ello, en los próximos diez puntos, se muestran
diez posibles modos de comportamiento
masculino que ayudarían en gran medida a erradicar la violencia machista. Vamos
a ellos:
1. No
justificar, amparar o tapar la violencia machista que puedan observar en su
entorno; ni en el más cercano. Se
suele hacer la vista gorda cuando
estos comportamientos agresivos suceden en círculos cercanos familiares, de
amistad e, incluso, de simple vecindad. Es imprescindible denunciar o llamar la
atención a la persona que ocasiona la violencia para evitar la sensación de
impunidad o de respaldo social.
2. Evitar el
humor sexista (que afecta a ambos sexos, y que en el caso de las mujeres,las desvaloriza,
cosifica y degrada). Cuando
se cuentan “chistes misóginos” en realidad se busca atacar y denigrar a las
mujeres a través de la burla y la mofa. Normalmente, esta clase de “chistes”
hace referencia a la falta de inteligencia de las mujeres (siempre tratándolas
de tontas o ignorantes), refuerzan estereotipos y prejuicios que fomentan y
desencadenan actitudes discriminatorias, como por ejemplo los referentes a las
tareas que las mujeres deben realizar
en el hogar, o bien, se refieren a las ideas que la sociedad patriarcal
mantiene sobre las mujeres, como que son charlatanas, derrochadoras, chismosas,
celosas y un largo etcétera. Algunos de ellos llevan un mensaje que justifica incluso
el maltrato físico en contra de las mujeres, pues expresan que pueden ser
golpeadas para ser “domesticadas” por los hombres. El denigrar, tanto a mujeres como a hombres,
no es humor. Una agresión no siempre deja marcas visibles, pero aún así sigue
siendo violencia.
3. No cosificar
ni denigrar el cuerpo de las mujeres, bien sea a través de la prostitución, la pornografía, la publicidad
sexista o la exigencia de una estética imposible en un cuerpo sano y natural.
El uso del cuerpo de las mujeres es una institución de desigualdad que convierte
a las mismas en objetos de consumo, refuerza su dominación y, por ende, genera la
violencia de género que queremos combatir.
4. Expresar
sentimientos que desde siempre se han visto como exclusivos de las mujeres y
que los hombres se ocultan incluso a sí mismos. La expresión de
sentimientos como la afectividad, la sensibilidad o el mismísimo miedo, sería
de enorme ayuda para gestionar la ira y la rabia que provoca la frustración, y
que algunos hombres canalizan y descargan de forma violenta en las mujeres. Este nuevo comportamiento no hace parecer a
los hombres indefensos, débiles o pusilánimes, sino simplemente más humanos.
5. Aprender
a aceptarse a sí mismos y a las mujeres tal y como son. Desarrollar una
sana autoestima es el mejor antídoto contra la agresividad y la violencia.
Quien se quiere y respeta a sí mismo, respeta a las demás personas.
6. No
confundir posesión con amor. Las mujeres no son de la posesión de los
hombres, sino seres independientes y libres con las que compartir una vida, o
una parte de la misma, por opción
personal y no por obligación.
7. Comprender
que una sociedad igualitaria es beneficiosa tanto para las mujeres como para
los hombres, pues perder privilegios para ganar en igualdad supone la
liberación de los efectos dañinos que una sociedad sexista, basada en la
diferenciación rígida de roles, provoca en ellos (entre otros efectos, menor
esperanza de vida, más propensos a sufrir accidentes de tráfico, caer en drogodependencias
y otras conductas dañinas como peleas, muertes violentas, etc. En definitiva,
morir de “masculinidad”).
8. Escuchar
lo que las mujeres dicen. Los hombres, tradicionalmente, sobre todo en el
ámbito público, dominan las
conversaciones: hablan más, interrumpen a las mujeres y no escuchan (en general
porque piensan que lo que tienen que decir las mujeres no es lo suficientemente
importante o inteligente). Escuchar a las mujeres (incluso en un sentido más
amplio, leyendo literatura feminista, escrita en su mayor parte por mujeres,
pero también por algunos hombres, y acudiendo a jornadas, conferencias y
talleres donde profundizar), ayudará a los hombres tanto a comprender a las
mujeres como las situaciones de desigualdad.
9. Responder y sumarse a las iniciativas y campañas
políticas feministas, buscando la igualdad entre hombres y mujeres.
10.Desafiar el sexismo de otros hombres. No dejar pasar los comentarios sexistas de otros hombres sin comentarlos. Probar a decir "Eso me parece ofensivo", "Lo que dijiste me ofende pues denigra a las mujeres", etc. Hacerlo puede ser atemorizante, pero vale la pena concienciar a otros hombres. En este sentido, lee lo que opina El Hombre Palet, seguro que no te deja indiferente.
En nuestras
manos está, hombres y mujeres, luchar por una sociedad más justa e igualitaria ¿Te animas? ¡Atrévete!
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