Se
llama Rose, y dicen que está loca. Con cuatro pelos en la barba y manos rudas
de campesina sin arreglar, jueves por la
tarde y sábados por la mañana se acerca a una de las tiendas más caras del
centro de la ciudad. Se prueba un vestido tras otro, un traje y después otro
más. Se mira, se remira, se da la vuelta y se la vuelve a dar. Pone cara de
entendida, y en sus pupilas brilla un punto de orgullosa coquetería mezclada
con la incertidumbre de lo que pueda llegar a pagar. Con el traje de chaqueta negro
y la blusa de blondas blanca estaría preciosa y elegante para la boda de su
sobrina. Pero duda, y se vuelve a mirar… “guárdamelo por una hora, por favor” le
dice a la dependienta… Y se va.
Se
llama Rose y dicen que está loca. Está loca porque siempre va, siempre se lo
prueba todo y nunca compra nada. “Es una pérdida de tiempo”, le dicen a la
nueva dependienta, “no le hagas caso, está loca”.
Rose,
la loca, vuelve el sábado con un perdona-por-no-haber-vuelto-el-jueves
en los labios y tristeza en la mirada. “El traje es oscuro para la boda, quiero
probar alguno más. Algo brillante, algo llamativo”. Nuevamente, se prueba un
vestido tras otro, un traje y después otro más. Se mira, se remira, se da la
vuelta, y se la vuelve a dar. Sigue poniendo cara de entendida, y en sus ojos,
la misma mezcla de orgullo e incertidumbre vuelve a brillar. “No estoy segura…”
Revolviendo
ropa por la tienda, se acerca al pequeño rincón de lo que queda de las rebajas
de invierno. Ve una camiseta de colores llamativos y se queda pensativa. Le
dice a la nueva dependienta que es una camiseta preciosa, y que el jueves, con
más tiempo, volverá.
Se
llama Rose y dicen que está loca. Y como cada jueves por la tarde, llega a la
cara tienda del centro de la ciudad. Esta vez viene arreglada, con un toque de
colorete en las mejillas y carmín rosa en los labios. Sigue buscando un traje
para la boda de su sobrina. Duda entre el traje negro o algo más brillante, más
llamativo. Las dependientas se hacen las
locas y le hacen un guiño a María, la nueve dependienta. Y Rose se lo vuelve a
probar todo, se vuelve a mirar y a remirar, se vuelve a dar la vuelta y se la
volverá a dar. Pero, esta vez, en su cara de entendida brilla una mirada
diferente, mezcla de satisfacción por lo que refleja el espejo y alegría porque
sabe que saldrá de la tienda con una preciosa camiseta de colores envuelta en
el papel celofán de la tienda cara del centro de la ciudad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario